¿Qué significa la exprexión "vocación universal a la santidad"?
La vocación universal a la santidad significa que Dios nos ha elegido a todos en Cristo, antes de la creación del mundo, con una vocación común, que nos impulsa a ser santos.
Pablo VI: “Toda vida es una vocación”. (Populorum progressio, 26.III.1967)
Todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad (LG 40). Todos son llamados a la santidad: ‘Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto’ (Mt 5, 48)
Para alcanzar esta perfección, los creyentes han de emplear sus fuerzas, según la medida del don de Cristo, para entregarse totalmente a la gloria de Dios y al servicio del prójimo.
Lo harán siguiendo las huellas de Cristo, haciéndose conformes a su imagen, y siendo obedientes en todo a la voluntad del Padre. De esta manera, la santidad del Pueblo de Dios producirá frutos abundantes, como lo muestra claramente en la historia de la Iglesia la vida de los santos. (LG 40). Catecismo de la Iglesia, 2013
¿A quiénes llama Dios a buscar la santidad en la Iglesia?
Dios llama a todos los hombres, católicos y no católicos, cristianos y no cristianos, porque Dios quiere salvar a todos los hombres. Y los llama a todos a la santidad en la Iglesia, algo que hace por caminos que sólo Él conoce. Es un misterio.
Dios llama a todos —bautizados y no bautizados— a la santidad :
—en la Iglesia, Misterio de Comunión; —y a través de la Iglesia, que sirve de instrumento al plan amoroso de Dios.
¿Cómo y cuándo llama Dios?
Dios llama (a la fe, a la entrega a Dios, a un camino determinado) cómo quiere y cuándo quiere.
En algunos casos da una gracia especialísima (las conversiones, como san Pablo), pero habitualmente se sirve de medios cotidianos (un rato de oración, una conversación con un amigo, una lectura, etc.)
Dios llama con especial fuerza durante la juventud, en los mismos años en los que los hombres toman las grandes determinaciones de su vida (orientación profesional, elección de carrera, de estado, etc.)
Dios nos llama una a una, uno a uno, personalmente, por nuestro nombre
Dios no nos llama a granel, sino de un modo personalizado: desea que seamos todos santos –felices en esta tierra y en el Cielo, unidos a la Cruz de Cristo- recorriendo el camino irrepetible de cada una, de cada uno .
La vocación, por tanto, es al mismo tiempo comunitaria (todos tenemos vocación) y personal (yo tengo mi vocación, una vocación singular).
No hay ninguna existencia dejada al azar, olvidada o sometida a un destino ciego.
Todos —bautizados o no— somos enviados por Dios. Todos tenemos una misión específica en la tarea de la Corredención.
Cada persona es un misterio único de amor y de vocación:
“Todos los miembros de la Iglesia, aunque de diferentes maneras, tienen parte en este envío” (Catecismo de la Iglesia Católica, 864).
Dios propone un plan a cada hombre, pero no se lo impone: la libertad del hombre, al aceptar el plan divino, se conjuga misteriosamente con la gracia de Dios. De ese modo, el hombre acaba fortaleciendo y configurando su propia vocación:
“Hermanos, poned el mayor esmero en fortalecer vuestra vocación y elección” (2 Pedro, 1.10).